Ursula y los idiotas
Mi mujer y yo charlábamos el domingo pasado de una y mil cosas, cuando, sin previo aviso, salió a colación la buena de Ursula, sin tilde, la der Leyen, no la Corberó, que es mucho más conocida pero no tan interesante.
El caso es, queridos lectores, que no resulta de extrañar que la presidenta de la Comisión Europea venga tanto a España. Una de las pocas cosas que hace bien Pedro Sánchez es tratar a la dirigente comunitaria como marca el protocolo. Con el respeto que merece.
Cuando el presidente turco, Tayyip Erdogan la insultó durante una cumbre bilateral Europa-Turquía, con la colaboración involuntaria pero necesaria del idiota Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, se me cayeron los huevos al suelo. Insultándola a ella, por el simple hecho de ser mujer, el líder turco nos insultó a todos los europeos.
Cuando el ministro de Asuntos Exteriores de Uganda, Jeje Odongo, le negó el saludo en la pasada cumbre Europa-Unión Africana, tuvo que salir al paso Emmanuel Macron para que el maleducado dignatario ugandés rectificara, cosa que hizo de mala gana.
Aunque parezcan asuntos menores, o simples anécdotas de protocolo, cuando en algún lugar del mundo pasa algo así, toda Europa queda herida. Si queremos que nuestros valores sean tomados en serio en lugares en los que no se comparten, hemos de exigir un escrupuloso respeto a nuestras instituciones. Y Ursula von der Leyen, nos guste más o menos, representa a una de las más altas instituciones europeas. Y les guste o no a esos retrógrados que gobiernan allende los mares, deben tratarla como merece. Se tienen que jorobar, han de sentarse a su lado, a su misma altura y estrechar su mano.