En la Guerra de Ucrania todo está atado y bien atado. Los europeos vamos a dejar de comprar gas ruso para adquirir el americano. También el argelino, pero sobre todo el americano. Ese gas es más caro, sí, pero como los europeos somos así de desprendidos no le damos importancia. Mientras tanto, el gas ruso, lejos de quedarse en Rusia, saldrá hacia China. Los de Xi Jinping lo van comprar barato, y podrán seguir produciendo a mansalva. Así, todo quedará bien repartidito. Nadie saldrá perjudicado, salvo los ucranianos, claro. Los grandes paganos de toda esta operación.

¿Alguien cree que Joe Biden, Vladimir Putin y el chino capuchino no han habado ya de todo esto? Ucrania va a ser la primera nación sacrificada en pro de un nuevo reparto de poder. Rusia se va a expandir hacia donde considera que debe hacerlo, y a medio plazo se anexionará también Moldavia y Georgia. Estados Unidos va a vender cantidades ingentes de gas a la Unión Europea, unas ventas que hace solo un año eran algo imposible. Y China se va a hacer con una cuota de gas a la que hace meses no tenía acceso.

Entre tanto, unos y otros van a disparar grandes cantidades de munición anticuada, bombas obsoletas, misiles, torpedos y demás. Y las empresas de armas tendrán que ponerse a producir de nuevo. Más negocio para propios y extraños. Y como si nada importara ya, a los ucranianos les tocará bailar con la más fea. 

Así es este mundo. Lo hemos construido de tal forma que cualquier maldad se vuelve práctica. Cualquier afrenta una oportunidad. Toda guerra un negocio.

Escribir estas líneas me ha costado más de lo habitual. El asco que me produce todo esto es difícil de disimular.