Jaime Ripollés Tirado
Jaime Luis Ripollés Tirado, mi suegro, falleció el pasado viernes 11 de noviembre de 2022 a los 80 años. Jaime era, ante todo, un buen hombre. Uno de los que ya casi no quedan.
Lo conocí hace 22 primaveras, y enseguida me llamó la atención el inmenso amor que sentía por los suyos. Especialmente por su esposa y sus tres hijos. Jaime, siempre presente tras el humo de su caliqueño, era una de esas personas que no se meten en la vida de nadie. Que viven y dejan vivir. Y que siembran amistades en todos los campos que cultivan.
Su gran pasión, su mayor hobby, fue cuidar los huertos de la familia, aunque siempre la disfrazaba de faena no sé bien por qué. Varias veces me invitó a quemar rastrojos, serrar troncos o fumigar los naranjos, invitaciones que decliné con amabilidad pero sin ambages. Sus hobbies no eran los míos.
Le gustaba la cerveza San Miguel. Intenté atraerlo al lado oscuro y que se pasara a la Mahou cinco estrellas sin éxito. Le gustaba comer en Casa Teresa, el restaurante decano del Raval de San Félix, y el café tocadito de brandy. Era de gustos sencillos. Un alma buena que siempre lograba hacer reír a quienes le rodeaban, aunque es difícil encontrar peor contador de chistes a este lado del río Mijares.
En definitiva, un esposo ejemplar. Un padre heroico. Un suegro entrañable. Un hermano cariñoso y un abuelo de bandera. La mañana de su entierro no faltaron sus compañeros de trabajo en BP, amigos de la infancia o vecinos del barrio por los que siempre sintió un apego especial. No diré mucho más, pues todo lo que se me pueda ocurrir será poco. Ojalá, quienes hemos convivido con él, podamos seguir su ejemplo.