Arre
Vivimos malos tiempos para la lírica. La economía está hecha unos zorros. La pandemia primero y la guerra después nos han abocado a un panorama nada halagüeño. Y aún así, el espíritu emprendedor de nuestros empresarios sigue adelante. ¡Cuánto tienen que aprender de ellos nuestros políticos! Les hablo de emprendimiento, queridos lectores, porque el domingo pasado descubrí un nuevo restaurante en pleno centro peatonal de Castelló, en la calle Antonio Maura, en la vieja casita que antaño albergó el horno de pan Miravete y que, para más inri, posee un arco histórico maravilloso en la planta principal. Allí, el chef Pedro Salas y algún que otro socio han abierto un restaurante increíble, tanto por su cuidado proyecto arquitectónico como por su oferta gastronómica. Cabe destacar que el trato y profesionalidad del equipo de camareros, cocineros, asistentes, etcétera, es extraordinario. Saben, queridos lectores, que no se lo diría si no lo creyera. Propuestas como esta, de gran valor, por lo cultural, lo arquitectónico, lo gastronómico y por cómo ponen en valor la vieja judería castellonense, son merecedoras de todo nuestro respeto y admiración. Que con la que está cayendo todavía haya gente que se juegue su dinero, que lo invierta en mejorar la oferta de su ciudad, me parece encomiable. Respecto a su menú, pues imagino que es lo que ahora mismo se estarán preguntando, les diré que se trata de un restaurante que trabaja sobre todo la carne. Con mesas preparadas ad hoc y una interesante oferta de tintos. En resumen, la voluntad de algunos emprendedores nunca dejará de sorprenderme. Su tesón, su valentía, sus ganas de seguir creciendo, en lo personal y lo profesional mientras ayudan a que su ciudad también crezca, son extraordinarios.