Concertinas y ruedas de molino
La izquierda bienintencionada de este país, hace diez años más o menos, criticó lo inhumano de las vallas de Ceuta y Melilla y sus concertinas, ya saben, ese alambre de púas que corta la carne como un cuchillo afilado.
La izquierda malintencionada, la sanchista, la podemita y la indepe las criticó como criticaron otros muchos aspectos del gobierno de Rajoy. Un Gobierno muy mejorable, todo sea dicho de paso. Esa izquierda gritó, chilló y se manifestó contra las vallas de las ciudades autónomas sin otro afán que el de armar otro escándalo, atacando al estado para debilitar al gobierno. Todo muy propio de los revolucionarios de café, copa y puro.
Hoy, cuando precisamente desgobiernan los de esa izquierda siniestra y torticera, cuando han arrasado a la bendita socialdemocracia y la han relegado a un modestísimo papel en nuestra sociedad, cuando el radicalismo y la incompetencia campan a sus anchas en tantas y tantas instituciones, no oigo que ningún sanchista critique la matanza de subsaharianos que se produjo junto a las vallas, ya sin concertinas, el pasado fin de semana.
No seré yo quien defienda la idea de que se le puede poner puertas al campo. Poniendo vallas, aunque sean de hormigón armado, no se resolverá el problema de la inmigración ilegal. Hay que invertir ingentes cantidades de dinero en ayudas reales al desarrollo en los países del África subsahariana. Con una planificación y un seguimiento rigurosos. Dicho esto, volvamos al tema de este artículo.
Me produce un asco indescriptible, y una nueva sorpresa mayúscula, el silencio cómplice de esa izquierda aviesa tras la dantesca acción de las fuerzas de seguridad marroquíes.
¿Cómo está eso…? ¿Concertinas no, pero soldados armados sí? ¿Cómo se comulga con semejante rueda de molino, a ver?