La épica
La victoria del Real Madrid en la presente edición de la Champions League ha sido épica. Yo no diría que el juego desarrollado por el equipo merengue ha sido brillante, pero sí muy efectivo. El planteamiento táctico con el que Carlo Acenlotti ha encarado cada encuentro pasará a los anales de la historia balompédica. Y el planteamiento económico y social que Florentino Pérez lleva haciendo desde el minuto uno de su primera presidencia, está siendo impecable. Así se dirige un club. Así se gestiona una sociedad, una entidad que no es propiedad de nadie más que de todos y cada uno de sus socios.
Frente a este modelo nos encontramos la estructura de los clubes estado. Vemos equipos milmillonarios, trufados de petrodólares, que quieren hacernos creer que el dinero lo puede todo. Y el caso es que el dinero lo puede casi todo, excepto comprar la épica. Compra el talento, compra voluntades, no hay quien pueda negar eso, pero no la épica.
Frente a un Paris Saint-Germain que hace diez meses parecía que iba a comérselo todo, a triturar rivales como el que masca chicle y luego lo escupe, apareció la épica. Frente a un Manchester City que ya se creía con derecho a menospreciar a sus vecinos del United, y a otros muchos equipos, apareció la épica. Frente a un Chelsea que se las prometía muy felices para alcanzar su tercera copa de Europa, apareció la épica. Y frente al Liverpool más en forma de las últimas décadas, apareció la épica.
Con esto, queridos lectores, quiero decirles algo muy importante. No se rindan nunca. El dinero, el poder, la política, el corporativismo y la mamporrería postmoderna parecen no tener rival, ni en el deporte ni en la vida misma, pero todos sucumben ante la épica.
Seamos épicos, pues.