La espadita podemita
Para los podemitas, especialmente para los más férreos seguidores de Pablo Iglesias y sus mariachis, la bandera de España no es más que un trapo. El himno es una tonadilla sin relevancia ni gracia. La Constitución poco menos que papel mojado y la corona un vestigio franquista. Todos esos símbolos del Reino de España, y probablemente cualquier otro que se nos pueda ocurrir, queridos lectores, son meros objetos de verbena. Ahora bien, la espada de marras, la que fue el arma al cinto de Simón Bolivar, sí que es un símbolo a respetar. Los españoles no debemos mostrar sentimiento alguno hacia nuestros propios símbolos, pero ojo, en el imaginario colectivo podemita, somos unos groseros si no le rendimos la debida pleitesía a los símbolos de aquellos países que ellos deciden. Todo según su leal saber y entender, claro, pues todos sabemos que son grandes filósofos y brillantes pensadores de la posmodernidad.
Ante semejante estulticia, no cabe más que la risa. El cachondeito patrio. La gracia sevillana y el ‘meninfotisme’ valenciano. Así, sin otro ánimo que el de aportar ideas constructivas, heterogéneas, transversales, sostenibles y evitar rancios heteropatriarcalismos, propongo, en la línea más podemita que puedo llegar a imaginar el mundo, declarar fiesta nacional el día en que Fofito compró su última nariz de payaso, consagrar al perrito del papel higiénico como primer ciudadano de la república bolivariana de Españistán y, por último, pero no por ello menos importante, nombrar a Edu, el de Airtel, ese gran muchacho, felicitador nacional de las Saturnales y el solsticio de invierno.
Puestos a inventar símbolos y a denostar los existentes, elijamos cositas tan nuestras como estas, coño, que parece que no tengamos imaginación. Por descontado todos debemos recordar el nombre del toro que mató a Manolete.