Los payasos de la tele
Vaya por delante mi más absoluto respeto y admiración por el trabajo que desarrollaron Gaby, Miliki, Fofó y Fofito durante todo el tiempo que estuvieron alegrando las tardes a los niños de la transición. Milikito, Rody y los que vinieron después no tenían tanta gracias, la verdad, aunque no está de más reconocerles el esfuerzo.
El caso, queridos lectores, es que me pregunto qué habría hecho el bueno de Fofito si, por arte de birlibirloque, hubiera sido nombrado ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Pedro Sánchez. ¿Se lo imaginan llegando a las Naciones Unidas preguntando, a voz en grito, aquello de “cómo están ustedes”?
También sería curioso ver a Miliki, con sus estrafalarios ropajes, llegando al Sahara Occidental para explicar a quienes allí viven que, por expresa voluntad del líder supremo de la nación española, van a convertirse en súbditos marroquíes tanto si les gusta como si no.
¿Y qué me dicen de Gaby, con su elegante levita, actuando cual presidente del Gobierno de la nación, diciendo en televisión que Vladimir Putin las va a pasar canutas por haber sido un niño muy malo?
¿Se lo imaginan? ¡Qué ridículo! ¿No creen?
Pues no hace falta que lo imaginen, porque la política exterior española, como la interior, todo sea dicho de paso, es así de esperpéntica. El mismo año que acogemos al líder del Frente Polisario, cabreando a Marruecos para agradar a Argelia, reconocemos la autoridad marroquí sobre el Sahara Occidental, cabreando a Argelia para agradar a Marruecos. Vamos como pollo sin cabeza. No pilota nadie. Anem com cagalló per sèquia. Com el carro pel pedregal.
Más nos vale agarrarnos los machos bien agarrados, porque o esto cambia mucho y a gran velocidad o nos hundimos en la miseria.