Superioridad moral
Durante la legislatura 2011-2015, quienes llevaban varios lustros gobernando nuestros destinos en lo Universal, todavía gozaron de una apabullante mayoría electoral, pero un profundo complejo de inferioridad moral se apoderó de su partido, de sus cuadros orgánicos, de sus militantes y hasta de sus votantes. En las elecciones de 2015 todo esto desembocó en una derrota antológica.
En aquel momento la oposición en bloque se atribuyó sin ambages la superioridad moral de la política en el antiguo reino de Valencia. Todos presumieron de ello, incluida la minoritaria extrema izquierda antisistema. De hecho llegaron a sugerir cierta superioridad intelectual. Un despropósito en toda regla que por aquel entonces pudo granjearles votos pero que pasará a la historia del esperpento político.
Pasadas dos legislaturas, las tornas han cambiado. La podredumbre moral de gran parte de quienes hoy nos gobiernan es más que palpable. La incompatibilidad entre lo que predicaron y lo que hacen es brutal, y cierto pesimismo se ha asentado entre sus cargos orgánicos, sus militantes y votantes. Una cosa es predicar y otra dar trigo. Respecto a aquella infame y supuesta superioridad intelectual, no queda ni rastro. Basta con ver el currículum de muchos de sus cargos públicos para echarse a reír.
Sería un despropósito que, quienes hoy pretenden alcanzar de nuevo el poder, utilizaran tales tretas en los próximos comicios. No es difícil detectar ya cierto tufillo moralista en el discurso de muchos de sus dirigentes.
Una nueva crisis económica está a la vuelta de la esquina. Es momento de ser serios y responsables. El menosprecio y el insulto al adversario o a sus votantes se volverá en contra de quien lo practique, estoy convencido. No todo tiempo pasado fue mejor.